January 1, 2025

Un paseo por el pasado

Las historias de amor y conexión a través del tiempo se repiten, y las decisiones que heredamos de nuestras familias nos forman. Reflexiona sobre cómo nuestras historias se entrelazan y nos definen.

¿Y las historias se repiten…?

Muchas veces me he preguntado si somos una serie de recopilaciones de experiencias de nuestros progenitores, quienes, a lo largo de nuestra vida, van sembrando semillitas que, conforme pasa el tiempo, van germinando poco a poco, con raíces firmes y duraderas que alimentan nuestra vida y, por tanto, se van acumulando como decisiones que quedan como las responsables de lo que vamos viviendo y a su vez, heredando a nuestros hijos.

A lo mejor, esta introducción no deja claro el motivo de la cavilación que me trae hoy aquí, frente a mi teclado, pero en un momento más intentaré explicarme mejor.

Resulta que soy el producto de una relación entre mi padre mexicano y mi madre chilena. Una relación que, en aquella época y de la manera en que se dio, era casi imposible que pudiera suceder un romance tan hermoso, lleno de amor y compromiso, romance que duró 59 años, hasta que mi querido padre trascendió hace ya casi dos años, dejando a mi madre, a mi hermana y a mí con un vacío imposible de llenar. Pero bueno, eso es otra historia que algún día contaré. Esto, claro está, sucedía en el continente americano.

Por otro lado del mundo, en Europa para ser exactos, una linda parejita, en donde él era noruego y ella italiana, también se conocían, más o menos en la misma época que mis padres, y con la misma dificultad y poca probabilidad de que alguien con esas nacionalidades se conocieran. Aunando la discapacidad con la que él nació, lo hacía realmente complicado de que sucediera, a la vez de que lo hace aún más hermoso y romántico. Esta relación también duró, hasta que él trascendió, dejando a su familia llena de dolor.

Y bueno, es aquí donde se puede entender mi introducción a esta cavilación. Resulta que la tercera historia de amor a la que me voy a referir es la siguiente.

Un chico noruego, que viaja a Hastings, Inglaterra, para perfeccionar el inglés, conoce en este viaje a una chica mexicana, que también viaja a ese mismo lugar por el mismo propósito, pero en diferentes escuelas de la misma organización, la cual promovía cursos de inglés en todas partes del mundo. La vida los llevó a ese hermoso pueblito de la costa inglesa, que en verano se llenaba de estudiantes internacionales, a quienes unían dos razones principales: conocer a más chicos y chicas de su misma edad y el perfeccionamiento del idioma inglés, mientras vivían y estudiaban en un ambiente seguro.

Es ahí donde este chico noruego y esta chica mexicana cruzan sus caminos y se enamoran, amor que no pudo verse culminado debido a la distancia de sus países natales y nuevamente, debido a la época, la cual no contaba con los avances tecnológicos de los que hoy podemos hacer uso con solo abrir nuestro teléfono o computadora. Tuvieron que pasar 27 años para que él y ella se reencontraran, se casaran y formaran una hermosa familia, llena de amor y compromiso, en donde tanto los hijos de él como las hijas de ella crecieran y se sintieran parte de un mismo proyecto, con el propósito firme de hacerlos sentir queridos y protegidos.

Sí, esta última pareja somos mi esposo y yo. Y a esto me refería cuando al inicio me preguntaba…

¿Y las historias se repiten?

Foto de mi archivo personal: Hastings 1985, mi esposo y yo en nuestra primera cita.